La Bóveda

La espacialidad interior de las iglesias resalta por la altura de la nave central, lo que se ve acentuado por las columnatas que la delinean y por la menor altura de las naves laterales. Usualmente es coronada por una bóveda de cañón corrido, salvo algunos casos como el de la capilla de San Javier, de cielo raso; o la de Chullec, de cielo ochavado; y la de Huyar Bajo, que cuenta con una suerte de bóveda de cañón rebajado.

La estructura de la cubierta se resuelve, típicamente, con el sistema de par y nudillo, desde donde cuelga la bóveda y los cielos rasos. Este modelo recuerda la estructura de cuadernas de una embarcación invertida, propia de la carpintería de ribera.

El entablado que conforma el cielo de la bóveda se alinea hacia los extremos, tensionando las vistas desde el acceso hacia el altar. La espacialidad de estos templos ciertamente refleja la relevancia que le otorga la comunidad a este lugar de ritos y encuentros, contrastando con la sencillez y austeridad del entorno rural.

En algunos casos, las bóvedas son el soporte de decorados. Las iglesias de Llingua y Apiao, por ejemplo, despliegan un firmamento de estrellas de madera, blancas, y doradas, contra el fondo azul de la bóveda. Una expresión naif de la voluntad de acercamiento al cielo.

 
 

la grandeza de las 12 pequeñas iglesias